LITERATURA


Roger Vercel: Capitán Conan

Roger Vercel nos relata en Capitán Conan cómo vivieron los soldados franceses el armisticio en el frente oriental, en el frío otoño de Rumania y después en Bulgaria y cómo la posguerra trae una forma de vida, unas reglas, una rutina que asfixia a los guerreros que deben cumplir las ordenanzas. El autor ofrece una crítica de la justicia militar y su hipocresía y muestra cómo el horror de la guerra ha moldeado a un ser humano convirtiéndolo en un guerrero que ama la guerra y es incapaz de vivir en tiempos de paz. Además, la obra muestra que, como ya sabíamos, en la Gran Guerra se dieron muchas guerras y multitud de frentes, y que cuando el armisticio llegó de manera oficial, muchas tropas tardaron en ser desmovilizadas y otras se vieron atrapadas en otras guerras, como la que tuvo lugar en Rusia, desde 1918, entre los ejércitos blancos y el ejército rojo de los bolcheviques. Capitán Conan es una obra magnífica que nos deja una amarga sensación: la de que algunos hombres, como Conan, creen que sólo han vivido de verdad mientras estuvieron en combate; o esa es la impresión que el teniente Norbert tiene cuando va a visitarlo años después y se encuentra a un hombre destruido, en un pequeño pueblo francés. La novela recibió el Premio Goncourt en 1934.
Roger Vercel nació en Le Mans  en 1894. La Primera Guerra Mundial interrumpió sus estudios de Literatura en la Facultad de Letras de Caen. Al comienzo de la guerra debido a su mala visión, es camillero en los campos de batalla del norte y este de Francia, pero la falta de oficiales del ejército le permitió graduarse de oficial, participando en las batallas de Yser, Champagne o Somme. Terminó la guerra en el frente oriental y no será licenciado hasta un año después del armisticio. Tras la guerra, se instaló en Dinan, ejerciendo como profesor de literatura en la universidad  
 
 John dos Passos: Tres soldados
Publicada en 1921, Tres soldados es fruto de la experiencia de Dos Passos en la Primera Guerra Mundial como miembro del servicio de ambulancias, en Francia e Italia. Con esta obra, que no era la primera sobre la guerra, pues ya había publicado Iniciación de un hombre, 1917, alcanzaría notoriedad. La proximidad de los hechos hace que la narración se centre en los aspectos más subjetivos de los efectos de la guerra.
En Años inolvidables, John Dos Passos explica que, “el mes de octubre de 1918, mientras los triunfantes aliados hacían retroceder a los alemanes en todos los frentes, lo pasé lavando ventanas en Campo Crane” (Pensilvania); y añade, lo cual puede darnos alguna pista sobre cuál era el estado de ánimo del autor cuando empezó a concebir la novela: “La compañía de Campo Crane era el cubo de la basura del Cuerpo Médico. Había discapacitados mentales, inadaptados en general y seres peculiares de las más diversas especies. Me tropezaba una y otra vez con hombres que llevaban dieciocho meses en Camp Crane y parecían aceptar la idea de pasar allí el resto de sus vidas. Para acabar de arreglar las cosas, estábamos en cuarentena debido a la gripe. Mis posibilidades de volver a Europa parecían nulas. Me sentía muy desmoralizado.” Y más adelante precisa: “Me dedicaba a apuntar cómo hablaban mis compañeros. Un bracero de una granja de Indiana y un italianito de un lugar del oeste me proporcionaron las primeras ideas para los personajes de Tres soldados”.


Un año en el altiplano (Emilio Lussu)
Emilio Lussu (1890-1975): escritor y político italiano. Se graduó en Derecho en 1914; en la Universidad se había mostrado partidario de la intervención en la guerra, en la que  participó desde 1914 a 1918; después su punto de vista cambió por completo, como podemos comprobar en su obra Un año en el altiplano, escrita en 1936-37 durante su estancia en un hospital suizo; la obra  rememora el año que el autor vivió como oficial de la Brigada Sassari, en el altiplano de Asiago, en el noreste de Italia, entre junio de 1916 y julio de 1917. Con un estilo ágil y a pesar del relato de situaciones jocosas, es un claro ejemplo de literatura antibelicista.
Con la llegada del fascismo, tuvo que abandonar el país por su militancia antifascista.
 


 Ernst Glaeser: Los que teníamos doce años

El título original de la obra es Jahrgang 1902 (La quinta de 1902), lo que para nosotros sería “la quinta del 22”, ya que los alemanes nombraban las quintas por el año del nacimiento; es decir, se trata del grupo de jóvenes que, como el propio autor, contaban doce años al iniciarse la I Guerra Mundial. No se trata de una obra del frente, sino del retrofrente, como dice el ensayista peruano José Carlos Mariátegui, “el testimonio de una generación a la que su edad preservó del enrolamiento y cuyo juicio de la historia y de los hombres se forma en el periodo 1914-18”[1]. Es una novela de iniciación, de aprendizaje, en la que unos adolescentes que no comprenden el mundo de los adultos entran de golpe en él y de una manera traumática, cuando la guerra trastoca por completo los sentimientos de amistad, de camaradería. Muy interesante y útil pues muestra de forma impecable los momentos de exaltación que se vivieron en Alemania con ocasión del estallido de la Gran Guerra.
Por desgracia, es casi imposible encontrarla ya que se publicó en 1929 por la desaparecida editorial Cenit, una editorial que, dirigida por Juan Andrade, pretendía publicar lo más relevante del pensamiento contemporáneo, apareciendo en ella otras novelas de la I Guerra Mundial: El fuego de Barbusse, El sargento Grischa de Arnold Zweig o Cuatro de infantería de Johannsen. Que sepamos, Los que teníamos doce años no ha vuelto a editarse.


[1]Artículo recogido en www.patriaroja.org.pe/docs_adic/obras_mariategui/El%2520Alma%2520...

 
 
La Gran Guerra y España: El gobierno español  decidió que nuestro país mantendría la neutralidad; no obstante, la sociedad  y los políticos se polarizaron: la derecha política estuvo más bien con Alemania y Austria; la izquierda, con los aliados. Un ejemplo fue:
Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928): Político republicano valenciano, periodista y autor de novelas muy populares como Cañas y barro, La barraca, La araña negra, La catedral, etc. Cuando en julio de 1914 estalla la guerra, Blasco se convierte en corresponsal, visitando los frentes y las líneas de fuego y escribirá Los cuatro jinetes del Apocalipsis, la novela que culminará su gran éxito como escritor. Más tarde abordará el tema de la guerra submarina y el de los espías en su novela Mare nostrum.

Un hijo en el frente, Edith Wharton (Tusquets ed.; Barcelona 1998
La autora.- Edith Wharton nació en Nueva York en 1862 en una familia de clase alta, por lo que recibió una esmerada educación, viajando desde muy niña a Europa. Su primera novela, El valle de la decisión, se publicó en 1902 y de 1903 es Santuario; en 1905 apareció su primera gran novela, La casa de la alegría.
En 1907 se estableció definitivamente en Francia, donde se convirtió en discípula y amiga de Henry James; y, a partir de 1910, fijó su lugar de residencia en París, en el 53 de la rue de Varennes, en el Distrito VII, un barrio tranquilo y lujoso. Su obra más conocida es La edad de la inocencia, de 1920, por la que obtendría en 1921 el Premio Pulitzer. En 1923 publicó una novela también relacionada con la Gran Guerra, Un hijo en el frente.
Falleció en 1937, cerca de París.

La obra.- En el verano de 1914, ajeno a la guerra que se fragua en Europa, el célebre pintor estadounidense John Campton, divorciado de la ambiciosa Julia, aguarda ansioso en París la llegada de su único hijo, George, para realizar juntos un viaje. John espera de este modo acercarse a su hijo, quien vive en Estados Unidos con Julia y su actual marido, un rico banquero. Pero dos inesperadas circunstancias truncarán no sólo el tan deseado viaje, sino también la vida de todos ellos : George, que había nacido casualmente en Francia, llega a París en el momento en que reclutan a los jóvenes de su generación para luchar en la primera guerra mundial. Ante el horror de sus padres, que remueven cielo y tierra tratando de evitar su alistamiento, George decide ir al frente. Los unos en la retaguardia, el otro en primera línea de fuego, vivirán en carne propia los atroces efectos de la guerra, que suelen causar insospechadas heridas a veces mucho más hondas y duraderas que las ya bien conocidas.



Wilfred Owen. Poemas de guerra.
Un libro sin héroes.
“Vine aquí para ayudar a estos muchachos; de manera directa para guiarlos como solo puede hacerlo un oficial; e indirectamente para observar sus sufrimientos y poder hablar de ellos como solo puede hacerlo quien los defiende”
                (Carta a su madre, un mes antes de su muerte)


Robert Graves (1895-): Poeta y novelista  inglés. Su primer libro de poesía, fue Hadas y fusileros (1917), donde narra sus experiencias en la I Guerra Mundial. Combatió en Francia durante la I Guerra Mundial y fue herido en la batalla del Somme. Sobre todo ello escribió  Adiós a todo eso  (1929, revisado 1957), una memoria militar satírica.
Otras obras: ficciones históricas como Yo Claudio (1934), Rey Jesús (1946), El conde Belisario (1938) y La hija de Homero (1955).
Ejerció varias cátedras universitarias, entre ellas en el Trinity College de Cambridge y la Universidad de Oxford, y fue candidato al Nobel. Desde 1929 residió en la isla de Mallorca, donde falleció en 1985.







Ernst Jünger (1895-1998): Escritor alemán. Participó como voluntario en la Primera Guerra Mundial. Fruto de esta experiencia, fue la publicación —con tan sólo 25 años— de sus recuerdos de la guerra en el libro Tempestades de acero, una alabanza a la guerra en cuanto experiencia interior. Su pensamiento político está impregnado de nacionalismo y elitismo, aunque no de racismo y cuando los nazis llegaron al poder, Jünger se negó a formar parte de ese movimiento, manteniendo su independencia. Obras: Acercamientos, La emboscadura, Sobre los acantilados de mármol, Radiaciones (Vol. 1 Diarios de la Segunda Guerra Mundial), Radiaciones (Vol. 2 Diarios de la Segunda Guerra Mundial), Pasados los setenta I (Radiaciones Vol. 3).



Erich Mª Remarque: Sin novedad en el frente
Un grupo de jóvenes de un instituto se incorpora a filas, todavía con una idea romántica e idealizada sobre la guerra; la novela nos relata sus experiencias, primero la instrucción, la rutina del cuartel, la pérdida de la propia personalidad; después, en el frente, con sus terribles escenas de los combates, la espera en los refugios compitiendo con las ratas por el escaso alimento, los efectos de las nuevas armas, el embrutecimiento; los penosos días de permiso, cuando, al propio sufrimiento, se añade el de comprobar que no puede sentirse como antes con su familia, en su ciudad; y finalmente, quizás lo más desesperanzador, la certeza de haber perdido la vida, de que, tal como sentencia en un momento el protagonista: <<Teníamos dieciocho años y empezábamos a amar el mundo y la existencia; tuvimos que disparar contra eso. La primera granada que explosionó, lo hizo  en nuestro corazón. Estamos al margen de la actividad, del esfuerzo, del progreso. Ya no creemos en nada de eso; creemos en la guerra>>.
 

 Aitor Riera Quintana (1º Bachillerato) IES Universidad Laboral
-Personalmente, opino que este libro refleja muy bien el horror de la guerra y el punto de vista del soldado, del soldado como el chico de 17-20 años que han arrancado de su pupitre, para endosarle una guerrera y un fusil entre las manos. A mi parecer es un libro que está muy bien escrito, dado que hay ocasiones en las que puedes sentir lo que el narrador cuenta como si a tí mismo te estuviera ocurriendo lo mismo. Y para finalizar, me ha gustado la obra, no es como los otros libros que nos mandan en Lengua y Literatura.

 Tania Rodríguez Álvarez (1º Bachillerato) IES Universidad Laboral
El libro me ha gustado, porque relata la realidad fielmente, es como una fotografía de la guerra hasta el punto de lograr trasladar al lector hasta allí. Sin engaños ni manipulaciones aunque pone énfasis en convencer de que la guerra no tiene ningún aspecto positivo, que solo genera miseria y dolor.
Debido a este marcado realismo que posee a veces llega a resultar realmente sórdido o desolador. Aunque me resulta bastante triste. Y aunque la muerte del protagonista no es lo relevante en el mensaje que el autor trata de enviarnos con el libro sí que eche de menos un final en el que sea capaz de superar la guerra tanto física como psicológicamente aunque eso ya no se habría correspondido con el realismo que acompaña a toda la obra.

 Diana Gómez Pérez (1º Bachillerato) IES Universidad Laboral 
Este libro cautiva desde la primera página porque de algún modo te sientes identificado con el protagonista debido a que es muy joven. Ves como por sus ideas se alista en el ejército, al tener tan poca experiencia en la vida se deja llevar por lo que le dictan su cabeza y corazón, y por supuesto, los adultos de su entorno.
El relato del protagonista cuenta de una forma muy humana y natural su experiencia, no tiene idea de cómo será el futuro, solo sabe que ya no será como cuando iba a clase con sus compañeros, antes de que la guerra empezara y les robara los sueños.



 
Tierras de sangre


Tierras de sangre, de Dido Sotiríu es una novela emotiva y fuertemente realista por su carga documental: Detrás de Manolis Axiotis, el principal narrador del libro, se esconde un campesino de Asia Menor que conoció los batallones de trabajo entre 1914 y 1918, que más tarde vistió el uniforme griego, que vivió el Desastre de 1922. Ya jubilado, vino a verme un día para entregarme un cuaderno con sus recuerdos. (...)
De testigos presenciales, así obtuve el material que necesitaba para escribir esta novela y ello con el único propósito de recrear un mundo que se ha perdido para siempre. Para que los viejos no olviden. Para que los jóvenes se formen un a opinión certera”, nos dice Dido Sotiriu.
El protagonista , un mísero campesino griego de Efeso es reclutado en los temibles batallones de trabajo turcos, los Amelé Taburú, donde viven griegos y armenios en condiciones de semiesclavitud, tras la derrota de Turquía en la Gran Guerra interviene con el ejército griego en Asia Menor y es testigo de las matanzas de armenios y de la dramática expulsión de griegos y armenios de Anatolia en 1922.

De noche nunca se habían visto los cafés tan llenos de gente. Allí se reunían labradores, oficiales, ancianos del consejo y popes, y se pasaban el rato hablando en voz baja. Malas noticias. Por lo visto el gobierno turco no se fiaba de los cristianos. Los estaba movilizando a todos , pero no les daba ni armas ni uniformes y había organizado unos batallones ad hoc llamados “Amelé Taburú” (batallones de trabajo) que mejor   habría sido llamar batallones de la muerte.

Armenios asesinados al ser trasladados por Anatolia
Si abrís cualquier libro de historia, podréis leer unas escuetas líneas sobre las matanzas y las persecuciones de los armenios durante la Primera Guerra Mundial. Encontraréis algunas frías estadísticas. Unas dicen que las víctimas llegaron al millón, otras que lo rebasaron y otras que junto con los griegos alcanzaron el millón y medio. Los responsables no fueron sólo los turcos. La nutrida población cristiana, que tenía en sus manos la riqueza y las llaves de Oriente, tenía que desaparecer porque era un obstáculo para el expansionismo alemán y para los capitalistas de la Entente. Por la línea del ferrocarril que iba desde Bagdad y Mosul hasta el puerto de Esmirna pasando por los campos de petróleo de Oriente Medio y las míticas riquezas de Asia Menor, por esa línea corrían los sueños más deshonestos y arteros del dominio económico extranjero. Una vez más se repetía la historia del vellocino de oro.



Y este escalofriante documental sobre el genocidio armenio que empieza a dejar de ser tabú en la sociedad turca.