sábado, 26 de enero de 2013

Historias de la guerra

A medio camino entre la  condición de aventurero y la de bohemio, la agitada vida del escritor Enrique Gómez Carrillo incluye un importante  capítulo en la crónica bélica de la Gran Guerra.
Presidente  de la Asociación de corresponsales  extranjeros en París, fue condecorado por el Gobierno francés y, como corresponsal del diario español  El Liberal, ofrece un testimonio directo de las trincheras, las aldeas bombardeadas y, lo que resulta más literario, sus gentes. “Pequeñas historias de la  Gran Guerra es el libro (recientemente reeditado por   Librosdelaballena )  que recoge esta particular intrahistoria de los verdaderos protagonistas humanos del conflicto, así como una serena reflexión sobre las guerras modernas y las personas que en ellas participan.
El cronista conversa con un inglés que consigue capturar a nueve soldados alemanes con un revólver descargado o escucha el relato sobre varios soldados enloquecidos que ríen mientras caen las bombas a su alrededor.
 Una visión periodística muy adelantada de este  corresponsal de origen guatemalteco,  cuyo carácter y personalidad le hicieron protagonizar también la crónica social de la época:  seductor y  bien relacionado , vivió  la mayor parte de su existencia en París donde se codeó  con los intelectuales y artistas de la época. Supuesto amante de la espía  Mata Hari y segundo esposo durante un breve periodo de la cantante Raquel Meller        – sobre la que firmó una biografía de referencia- supo ser testigo de  las dos caras de la sociedad de su tiempo.

miércoles, 9 de enero de 2013

El atentado de Sarajevo

El 28 de junio de 1914, aproximadamente a las 11 de la mañana, el heredero al trono del imperio austrohúngaro Francisco Fernando y su esposa fueron asesinados en Sarajevo  por Gavrilo Princip, extremista serbio, tras una serie de pequeños incidentes que casi frustran el atentado. Este acontecimiento fue uno de los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial.

Ilustración de Josef Lada
 Con este acontecimiento comienza esta divertida sátira antimilitarista, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, quien charla tranquilamente con su criada:
-De modo que nos han matado a Fernando. (...)
-¿Qué Fernando, señora Müller?-preguntó Schwejk sin dejarse de dar masajes en la rodilla-Conozco a dos Fernando. Uno es criado del droguero Pruscha y alguna vez se ha equivocado y ha bebido tinte para el pelo, y luego conozco también a Fernando Kokošchka, que anda recogiendo estiércol. El mundo no se pierde nada con ninguno de los dos.
-¡Pero señor! Ha sido al archiduque Fernando, al de Konopischt, al gordo y piadoso.
-¡Jesús María! .¿Qué curioso!Y, ¿dónde le ha ocurrido eso al señor archiduque?
-En Sarajevo. Lo han matado con un revólver, señor. Fue allá en automóvil con la archiduquesa.
-¡Vaya, señora Müller! ¡En automóvil! Sí, un señor como él puede permitirse ese lujo y no piensa ni por un momento que un viaje así puede acabar en desgracia. Y además en Sarajevo, que es Bosnia, señora Müller. Seguro que lo han hecho los turcos(…) Supongo que el archiduque Fernando no imaginó que aquel hombre iba a matarle. Vio que era un caballero como los demás y pensó: Si grita ’¡Viva!’ seguro que es un hombre honrado. (…)
-Los periódicos dicen que el archiduque quedó como un cedazo, señor. Le disparó todas las balas. (…)
-Para esto yo me compraría una Browning. Parece un juguete pero en dos minutos puede matar a veinte archiduques, flacos o gordos, a pesar de que, dicho sea entre nosotros, señora Müller, acierta mejor con un archiduque gordo que con uno flaco”
.


 

lunes, 7 de enero de 2013

Las aventuras del valeroso soldado Schwejk

             Estamos en una taberna de Praga, invierno de 1921. El escritor checo Jaroslav Hasek lee a sus camaradas un pasaje del libro que está escribiendo por entregas. Estos se desternillan de la risa con las ocurrencias del protagonista, un personaje rescatado de cuentos anteriores del autor.
            Jaroslav acaba de regresar hace no mucho a su patria, la recién creada República de Checoslovaquia, tras haber combatido en la Primera Guerra Mundial al servicio de la monarquía austrohúngara y haberse pasado al bando enemigo en una emboscada del ejército ruso. En Rusia ha sobrevivido milagrosamente, se ha distinguido en algunas acciones y se ha convertido al bolchevismo.Ello no le ha impedido regresar a su patria como ferviente nacionalista checo y retomar su anterior vida bohemia.

           
         Y Jaroslav fabula junto a una buena jarra de cerveza en  torno a este antihéroe, el soldado Schwejk, entretejiendo pasajes de su vida personal, añadiendo personajes muy reconocibles de su entorno de Praga y anécdotas de su paso por la guerra, incluyendo los nombres reales de sus protagonistas. Y es que el autor también pasó brevemente por un manicomio, fingió reuma para no verse enrolado, fue traficante de perros cuyos pedigrís falsificaba, fue cronista de una revista científica sobre animales de la que fue despedido por inventar especies inexistentes.Y algunos secundarios de su obra, como el capellán Otto Katz existieron realmente.
       Sus excesos y su quebrantada salud le impedirían
finalizar la obra, que sería terminada por un colega. El resultado fue una obra enormemente popular en su país además del gran clásico de la literatura checa, deudora de otros clásicos como el Quijote de Cervantes, nuestro Lazarillo o el Pantagruel de Rabelais, a los que rinde homenaje.Y una rara aportación a toda la literatura antibélica de los años 20 por su frescura, su mirada satírica y burlona sobre la vieja monarquía austrohúngara y por el hedonismo y sentido práctico de ese personaje inolvidable de Schwejk (que es Sancho a veces pero también Quijote), inmortalizado en las ilustraciones de Josef Lada.
 
Los dos médicos se miraron y uno de ellos preguntó a Schwejk:
_¿Habían examinado ya alguna vez su estado mental?
_ En el servicio militar_ contestó Schwejk con solemnidad y orgullo_. Los médicos militares me declararon idiota manifiesto.
_¡Me parece que es usted un farsante! Le gritó el segundo médico.
_ Señores, no soy ningón farsante, soy un verdadero idiota...
                                 ….........................
Los médicos forenses abajo firmantes basan su juicio, relacionado con la estupidez absoluta y el cretinismo innato de Josef Schwejk, comparecido ante la citada comisión, en el hecho de que el sujeto se expresa con palabras como “¡Viva el emperador Francisco José I!”, exclamación que, por si sola, es suficiente para demostrar que su estado mental es el de un idiota absoluto.